Quizás hasta mediados del siglo pasado (1950) envejecer mantenía una estrecha relación con atributos como la experiencia y la sabiduría. Los jóvenes pedían consejos a los adultos mayores por considerarlos maestros en el arte de vivir y a los niños les encantaba escuchar a sus abuelos contar historias.
Adaptación permanente
Siete décadas después, y el ritmo vertiginoso de la tecnología exige una adaptación permanente a los nuevos dispositivos y envejecer no es excusa para enfrentar el desafío de su aprendizaje.
En la actualidad, la mayor parte de los aspectos cotidianos están condicionados por el uso de herramientas digitales y aparecen las tecnofobias, un trastorno que genera en personas de la tercera edad sentimientos de frustración e incompetencia.
Sin embargo, la inmensa mayoría no acepta la idea de ser analfabetos digitales y aprenden a usar sus teléfonos, navegar en internet y tienen una activa participación en las redes sociales para mantenerse informados y en comunicación con sus seres queridos.
Cambio de roles
A estas alturas los jóvenes no necesitan preguntarle o pedirle consejo a quienes peinan canas porque disponen de Google y en algún momento, ante un radical cambio de roles, los abuelos contarán con la vasta experiencia de los nietos para que les expliquen cómo cambiar la foto en su perfil de Facebook.